Llegué a Aix en Provence, un pequeño pueblo en el sur de Francia el 3 de enero de 2012. HacÃa frÃo para mis estándares invernales mexicanos. Casi 15 horas de viaje después, con jet lag y mi francés básico, estaba debajo de la señal de Taxis, con mi gran maleta, temblando de frÃo. Supuse que si que me quedaba debajo de la señal de taxis, alguno eventualmente llegarÃa. En el 2012 no habÃa Wifi en todas partes, mucho menos en un pueblo pequeño en Francia. No existÃa Uber ni Google Maps,era la época de Blackberry y los BBMs. Asà que sin poder llamar a nadie, sin ver un teléfono y sin quererme mover con una maleta de 23 kilos decidà esperar.
Después de una hora, llegó un hombre e hizo algunas llamadas en su teléfono: "oui oui j´y arrive, 10 minutes". Asà fue, 10 minutos después llegó un taxi me acerqué al taxista y, en mi pobre francés, le rogué que me llevara a mi residencia mientras el hombre del teléfono me decÃa que ese era su taxi. Supuse que el chofer sintió lástima por mà pues decidió dejar al tipo esperando, prometiendo volver y recogerlo después de que me hubiera dejado a salvo en mi residencia. SÃ, el francesillo ese estaba furioso, desolé.
Al llegar a mi residencia sólo querÃa poder encontrar una cama y dormir. Al siguiente dÃa debÃa estar a las 8 de la mañana en la universidad, a la cuál no sabÃa ni cómo llegar. Abrà la puerta de mi dormitorio y enseguida me puse a llorar: el espacio era mÃnusculo, 10 metros cuadrados con una cama individual, un escritorio, closet, baño y persianas ciclónicas que bloqueaban la ventana. No pude levantarlas esa noche, asà que no veÃa nada afuera. El baño era extremadamente pequeño y todo de plástico. Mi cama era como para un niño y, por supuesto, no tenÃa almohada.
En ese momento me percaté que nunca me habÃa sentido tan sola en mi vida. QuerÃa llamar a casa y escuchar una voz familiar pero no tenÃa WiFi. ¡Bienvenida a Francia! Recuerdo que me pregunté toda la noche cómo se me ocurrió que era una buena idea irme a vivir a un océano de distancia de mi casa. QuerÃa volver a México, eso no era lo que habÃa esperado. Sin embargo, cada vez que volvÃa a llorar pensaba: "Ya estas aquÃ, este es tu sueño, ahora, ve a vivirlo".
Si tuvieras que señalar un año que te enseñó a ser más valiente, ¿cuál serÃa? Para mi, el 2012 cambió mi vida. Fue la primera vez que viajé sola a Europa, la primera vez que estudié en el extranjero, lejos de mi familia y amigos. La primera vez que vivà sola sin escuchar español todos los dÃas. Las primeras veces siempre dan miedo pero son necesarias para salir de nuestras zonas de confort y, por lo tanto, ser valientes.
¿Estaba asustada en ese entonces? Aterrada, dirÃa yo. Pero al final de esos seis meses yo era una persona diferente a la del principio. Leà una cita en internet el otro dÃa que decÃa:
Si eres lo suficientemente valiente como para decir adiós, la vida te saludará de nuevo
¿Por qué vivir en el extranjero te hace mas valiente? Respuesta corta: Porque aprendes que estar sola en este mundo no es tan malo. Cada vez que siento que algo no puede ir peor, recuerdo esos dÃas, después de 6 meses viviendo en el sur de Francia no querÃa regresar, esos 10 metros cuadrados se volvieron mi hogar. Pero nada dura para siempre, después de cierto tiempo todo llega a su fin. Puede llevar más tiempo, pero eventualmente todo encaja. Lo que más importa es cómo usamos cada situación para crecer personalmente.
Queramos o no, viajar nos ayuda a identificar esos momentos clave que nos hacen ser quién somos hoy.
Si deseas obtener más información sobre Aix en Provence, recomiendo mi artÃculo favorito "36 horas en Aix en Provence" del New York times: "36 Hours in Aix en Provence"